lunes, 5 de enero de 2015

La terapia

Año nuevo. Propósitos nuevos. Dejar de quejarse por todo. Dejar de dejarse por todo. Ser amable, casi espiritual. Pero ser espiritual por uno mismo y por los demás. Hacer terapia por uno mismo y por los demás; o hacer la terapia que los demás no hacen. Para que los demás no inunden la terapia propia. Ser un poco Cristo cuando los demás te inunden tu terapia y la de ellos. Canalizar oceánicamente todas las terapias suyas, que, en el fondo, son tuyas, si lo que quieres es imaginar propósitos nuevos y dejarte de quejar por la no asimilación de terapias no-tuyas.
Musicalizar los gritos del empleado de Renfe cuando no te deje ayudar a llevar los tres bultos que tu madre arrastra hacia su destino; o los destinos de todos (hacer terapia con-de esto). Caminar mucho y esquivar poco. Saberse de memoria las horas de los demás cuando caminan para chocarse. Escupir en un pañuelo mientras esquivas los escupitajos de las terapias de los demás. Sonarse la nariz y cortarse las uñas de los pies. Tener cuidado con rascarse un posible lunar cancerígeno. Gritar bajo al oído de tu amigo cuando los gritos de los demás te impidan pensar y enlazar palabras que quieras contarle,o que le quieres, o que estás. Quitar el carro vacío de la compra de la terapia del cliente que tenías, hace poco, delante de ti, cuando quieres preguntar al empleado del supermercado si tiene cambio para meter la compra de otro supermercado en la taquilla de clientes de esa empresa, explicando que si no has entrado por otro lado, es que era para no molestar, para que no se asustara cuando te miraba de reojo, mientras escupías, disimuladamente, en un pañuelo.

Ver amanecer. Tomar café. Estirarse. No hay mucho más. Y ya es bastante.

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