domingo, 28 de febrero de 2016

Las ventanas

Todas las ventanas se parecen. Cuando miramos a través de ellas. Encontramos la manera de mirar a través de una sucia, acercándonos. Y nos alejamos con las limpias. Nos damos cuenta de sus marcos, su pintura y su engranaje, cuando no nos interesa lo que ocurre fuera de ellas. Y más adentro, seguramente, tendremos la habitación revuelta, llena de polvo y de papeles llenos de poesía de cuando éramos adolescentes. Y esos papeles nunca los tiraremos. Los llevaremos de mudanza en mudanza; con todos los objetos innecesarios, necesarios para complementar a otros objetos innecesarios. Usaríamos maletas antiguas que nunca habríamos tirado, junto con las nuevas que nos habrían regalado, para transportar toda nuestra vida, la de este lado de la ventana.
Si miramos a través de la ventana, la cosa cambia. Podemos ver un camión de mudanzas, que viajará; igual no muy lejos, pero hará un viaje. Desde la ventana veremos cómo las maletas prácticas de esos vecinos que se van, no tienen polvo, ni pena de irse. También las cajas de cartón tendrán un aire de fiesta, dentro de su pobreza. Y por fin se irán, en su camión de mudanzas, con esa alegría que solo conoce el que espera algo.
A través de la ventana podremos ver una mancha. Una pequeña mancha que nos moleste y que nos invada la limpieza del resto del cristal. Seremos capaces de creer que esa pequeñísima mancha es enorme y que deberíamos preocuparnos de lo que pasa debajo del polvo de nuestros objetos.
Y un día, la luz dejará de asomarse por nuestra ventana. No podrá vernos. No podrá iluminar esos poemas antiguos, apilados entre cajas tristes, que nos desvelaban, que nos representaban, que nos cuidaban.

Todas las ventanas se parecen, y todas tienen manchas.