lunes, 14 de marzo de 2016

El increíble hombre menguante

Cuando vi la película “El increíble hombre menguante”, me sentí invisible. Desaparecíamos todos. Mi familia, mis amigos, mi amiga, las chicas que me gustaban y que nunca me hacían caso, los chicos a los que yo les gustaba, mi inseguridad a la hora de sentirse gustado o la inseguridad de saber quién te gusta. Todo desapareció por un momento. Y al momento, todo apareció. Mis trece años de poca cosa en el sofá, viendo el final de la película, con sus títulos de crédito, con esos nombres imposibles de gente que trabaja como segundo ayudante del tercer asistente del primer auxiliar de alguien. Y cuando, de repente, estás interesado en alguien al azar, un anuncio te sacude la vista y los tímpanos, dejándote al borde de un posible interés cultural sobre ese ayudante de un tercero. De todas formas, menguar o hacerte invisible, resultaba de lo más interesante. Si yo fuera diminuto, muchas veces lo soy, me haría paraguas y sombrillas con las láminas de madera de los lápices. Ayudaría a construir imperios haciéndome pasar por hormiga, en una cola; en una cola que por fin tendría sentido. Robaría migas de pan en las puertas de las panaderías. Me colaría en los cines para ver películas antiguas; y comería mini-palomitas sin hacer ruido. Me llevaría el viento con mi paraguas de lápiz y tendría más respeto a la muerte. Me mezclaría entre los besos de los enamorados. Mis problemas serían más pequeños. Podría usar los calcetines dos días seguidos. Podría peinarme en una gota de agua; y ducharme en ella. Rebasaría los límites de Einstein. Haría pis en cualquier sitio. Caminaría mucho y mi mini-corazón me lo agradecería.

Pero el invierno sería duro. Y el verano. Y la noche sería un problema. No tendría amigos de palabra. Dormiría en el suelo pegado con un algún trozo de celo que pudiera encontrar. La lluvia, también me demostraría lo equivocado que estaba cuando pensaba que mis problemas menguarían conmigo. El polvo, el polen, los insectos, los pájaros, los hombres, la falta de lo que odio y la falta de lo que quiero.