martes, 12 de agosto de 2014
jueves, 13 de febrero de 2014
Dani Alves
Dado que todo escritor que se precie, o que lo intente, o al que los amigos lo animen a intentar serlo, debe mantener un blog (a ser posible literario, claro) al día, y yo no lo hago aunque lo intente, he decidido (hoy, mañana dios verá) mantenerlo al día; valga la redundancia. Mil foros en internet lo dicen; da la turra con tu blog literario porque sino no te van a hacer caso, y si publicas, peor. Critica, recomienda, opina, desmerece (critica?), ríete de los demás, pero sobre todo de ti mismo (eso vende); no vende escribir cada seis meses y rellenar los días con fotos. Así que hoy voy a reempezar, y como vender no es lo mío, me voy a reír de otro (ya me iré riendo de mí cuando quiera vender).
Cada día me cae peor Dani Alves, futbolista cantante del Barcelona; no porque yo sea del Madrid, sino porque soy de la Real Sociedad (muchos de mi edad son txuriurdin o como se diga, cuando gana"mos" esas dos ligas seguidas a principios de los ochenta) y ayer "les" dejaron sin final de copa. Como futbolista (hablo de mí) sé más de lo que muchos creen; porque no me ponga como un energúmeno y no me sepa fechas de títulos, o jugadores suplentes, no quiere decir que no sepa de fútbol. Sé, poco, pero sé. Como cantante sé algo más, aunque no mucho. Desafino, cada vez menos porque cada vez me oigo más, sobre todo cuando no estoy viendo un partido en un bar lleno de expertos voceando. Juego al fútbol y desafino; igualito que Dani Alves. Juego peor que él, fijo. Pero él desafina más que yo, y encima lo hace para el mundo entero. Ala, ya me metí con alguien.
sábado, 28 de diciembre de 2013
viernes, 6 de diciembre de 2013
domingo, 1 de diciembre de 2013
miércoles, 7 de agosto de 2013
lunes, 8 de julio de 2013
... de "el ruido de ana"
... enfrente del mar. Con dos montoncitos de arena en cada mano y con, también, pequeños montoncitos entre los dedos de los pies desnudos. Clara había conseguido que una gaviota se posara en su rodilla; y Miguel dormía sobre una toalla de viaje, del coche, sobre la arena; de costado. Un perro descubría el mar: su cara y sus gestos lo demostraban; sus pulgas se agarraban con más fuerza y se despeinaban, con los ojos cerrados, entre el viento y las olas. Corría alrededor de Ana, ladrando, mirándola, llamando su atención, como un niño pequeño a su madre. La gaviota recordaba lo absurdo que podía llegar a ser un perro, tan tonto, tan fiel, tan dependiente, y tan feliz.
El sonido del mar rodeaba a Ana mientras caminaba por la orilla y sus montoncitos se perdían en el agua. Su pelo ya se había rizado del todo y, también, su nariz respiraba mejor. Sólo con el mar como banda sonora, realizó una panorámica lenta en busca de su señal. De repente, a sus pies, desembarcó una botella verde transparente de película de náufragos, con un papelito dentro. La gaviota estiró el cuello e intentó atisbar tal acontecimiento; hasta las pulgas abrieron los ojos, aunque después los tuvieran que entrecerrar, ya que el sol les daba de lleno...
El sonido del mar rodeaba a Ana mientras caminaba por la orilla y sus montoncitos se perdían en el agua. Su pelo ya se había rizado del todo y, también, su nariz respiraba mejor. Sólo con el mar como banda sonora, realizó una panorámica lenta en busca de su señal. De repente, a sus pies, desembarcó una botella verde transparente de película de náufragos, con un papelito dentro. La gaviota estiró el cuello e intentó atisbar tal acontecimiento; hasta las pulgas abrieron los ojos, aunque después los tuvieran que entrecerrar, ya que el sol les daba de lleno...
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