Me
llamo Francisco y mi gente me quiere. Mi gente nunca me lo ha dicho,
pero lo sé. Lo primero es la familia, luchar cada día y el trabajo.
Lo segundo son los amigos, la nación y la tradición.
Tengo
35 años y dos preciosos hijos que se parecen mucho a mí. Tengo dos
casas; una en la ciudad y otra en el campo, donde tengo un perro
precioso al que veo cuando voy por allí. Mi perro cuida de mi finca
porque tengo muchas cosas de valor allí, soy un poco desastre y él
se ocupa de todo. Mi madre, que en paz descanse, murió hace unos
años; a mi padre lo tengo en una residencia donde no le falta de
nada, y al que visito frecuentemente, en las fiestas de guardar y, a
veces, lo saco en navidad para que cene en familia y vea a sus
preciosos nietos. Soy el jefe absoluto de una empresa puntera de la
que no voy a decir el nombre, ya sabéis, por la competencia; y tengo
más de cincuenta empleados, casi todos con su contrato en vigor. La
empresa era de mi padre, pero yo le di un meneo y va mucho mejor. No
entiendo a la gente que dice que no hay trabajo, eso es que no buscan
y que son unos vagos. El trabajo dignifica y debería ser obligatorio
en todos los países. Yo me prejubilaré en pocos años, dado mi
estatus. Tengo dos coches; uno peor para ir a la finca, al trabajo y
para la familia, y otro que es la ostia, para mí solo; es un
capricho que me doy al trabajar tanto. Tengo una mujer con la que me
casé hace unos años, antes de que nacieran mis dos hijos.
Me
gusta tener mi espacio, por eso a veces duermo fuera de casa, en un
hotel de esos que entras directamente con el coche y nadie te ve.
Pero soy muy familiar normalmente. Los domingos, después de misa,
vamos yo y mi familia a tomar el vermut por los bares de mi barrio.
Nos lo pasamos muy bien, sobre todo porque yo soy bastante gracioso y
hago bromas como por ejemplo pedirle otra tapa a la camarera con la
excusa de que a mi mujer no le gusta algo que yo ya pedí, y así
tenemos más tapas para todos. También soy muy solidario y si hay
algún muerto de hambre en la puerta del bar o del supermercado, le
doy unas monedas o le compro una baguette. Es muy importante ser
digno e ir con la cabeza muy alta. Cuando voy caminando por la acera,
voy por el medio de ella; es importante. Con mis dos coches, si no
viene nadie enfrente, también voy por el medio; ahi veces que ay que
hacerse respetar, es importante.
Otra
cosa muy graciosa mía, y esta os la cedo, la podéis usar, es un
truco, es que cuando vamos la familia a la playa en agosto, yo me
pongo gafas de sol y así puedo ver pasar a todas las churris sin que
ellas se den cuenta.
No
os penséis, dado lo dicho, que soy tan bueno. También me gusta ir
de juerga con los amigos de vez en cuando y agarrar una buena; o
vacilar a alguna tía y echarnos unas risas; o hacer carreras de
coches, con el peor, por la ciudad con los colegas; o ir a putas,
pero del país, no inmigrantes.
Tengo
muchas más cosas buenas que malas. Y eso lo sabemos yo y mi gente.