Hace muy poco, después de treinta años, regresé al valle del silencio, en Ponferrada, donde me perdí de boy scout con mi cantimplora y mi navaja suiza para matar osos salvajes por la noche, mientras intentábamos dormir los tres, mi jefe, otro niño que lloraba más que yo y yo, que sabía el camino de vuelta, pero que mi jefe-que tenía once años- no lo quería saber o simplemente no lo sabía; pero era mi jefe, con un pañuelo boy scout de más rango que el mío. Volví, sin navaja y sin cantimplora, pero en coche; cuando estuve a punto de volver a perderme regresé a las afueras de Ponferrada e hice esta foto. La historia de mi pérdida la voy a contar en otra entrada.